Aunque estamos habituados a escuchar - o por lo menos a oír - el valor de la educación, su importancia, su definición como el arma más poderosa para cambiar el mundo, quiero insistir en ello, porque efectivamente la educación marca la diferencia.
No nos hace distintos el lugar de nacimiento, ni el tiempo en el que nacimos, ni la familia en la que crecimos; no hay circunstancias favorables o desfavorables, no es cuestión de "suerte", la diferencia viene decidida por lo aprendido, por la educación recibida y aprovechada.
No me cansaré de repetir que desaprovechar la educación es delito, aunque no esté contemplado así, y que negar la educación, o ponerle constantes trabas, también debería serlo porque supone cerrar la puerta al crecimiento al que toda persona tiene derecho.
Nada más urgente, más imprescindible, más hermoso y que entusiasme más que educar y educarse.
Ojalá en el año 2014 recién estrenado se cobre conciencia en el mundo de que lo más rentable a nivel humano es invertir en educación.
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