Niños, jóvenes, adultos, ancianos, todos somos "recipientes" que, a lo largo de la vida, y según la configuración que nos hemos ido dando, recogemos o dejamos perder, saboreamos o rechazamos cuanto directa o indirectamente nos llega, este caudal increíble e indiscriminado que nos ayuda a definirnos.
No cabe duda de que las bases se ponen en los primeros años, tan decisivos en la formación de la persona, pero es a lo largo de toda la vida que hay que seguir la labor comenzada. Somos "recipientes" muy variados y muy complejos, llenos de posibilidades, capaces de modificación, de cambio, de rectificación; por esto la educación es tan importante y tan urgente, es el arma más poderosa para cambiar al mundo.
Educar es ofrecer el máximo de oportunidades para que cada uno pueda ir configurando su "recipiente" de manera que sus actuaciones - el actuar sigue al ser - sean fruto de sus libres decisiones y estén encaminadas siempre a hacer el bien.
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