Escuché esta consigna hace muchos años a M Soledad Rodríguez, una excelente educadora que unía a un magnífico desarrollo de todas las Inteligencias, una rica experiencia por su larga trayectoria en aula. Si es cierto que ya desde el primer momento me llamó la atención, porque me pareció una consigna muy acertada, los años dedicados a la educación me han hecho valorarla todavía más, después de haber comprobado su eficacia.
Es fácil cansarse. Es normal que quien trabaja duramente se canse y, hasta es lógico que, cuando se pone todo el empeño, se dedican horas y esfuerzos y se ven pocos resultados inmediatos - cosa frecuente en educación -, cuando se une al cansancio físico una especie de cansancio moral que sugiere solapadamente estoy cansado, voy a dejarlo correr, total... el cansancio parezca insalvable y, sin embargo es en este momento cuando cobra mayor fuerza el consejo: no nos cansemos de cansarnos.
Cansados, por supuesto, porque se requiere esfuerzo, porque el trabajo bien hecho produce satisfacción, pero no evita el cansancio, cansados porque hay que invertir trabajo, tiempo, dedicación, cansados, claro, pero es que la educación vale la pena.
Padres, educadores, cuando no puedan más, recuerden: No nos cansemos de cansarnos.
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