Y es desde el ser educador que hay que favorecer el crecimiento total de cada alumno en su dignidad y en su trascendencia, ayudándole a desarrollar todas sus Inteligencias, porque sabemos bien que es en la educación donde la sociedad se juega su presente y su futuro.
Somos conscientes de que el alumno es, debe ser, el protagonista de su aprendizaje porque también, y sobre todo en educación, la centralidad le corresponde a la persona. Por esto es imprescindible "invertir en las personas - siguió diciendo el Papa - y en todos los ámbitos en los que sus talentos se forman y dan frutos"
Transformar el currículum, la evaluación, las metodologías, optar por un nuevo rol de profesor y de alumno, innovar, transformar la organización e incluso la arquitectura escolar para favorecer mejor el crecimiento de cada alumno es dar respuesta adecuada a las exigencias que hoy nos plantea la educación, para que los alumnos de hoy miren su futuro con optimismo y esperanza y puedan colaborar activamente en la creación de una sociedad mejor, más justa, más humana, más cristiana.
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