Desde la antigua Grecia sabemos que una de las disposiciones de ánimo que nos permiten avanzar en el conocimiento es precisamente el asombro. Asombrarse es esta posibilidad humana que permite que surja la filosofía, decía Platón.
Los conocimientos fundamentales a los que ha llegado la Humanidad derivan del asombro suscitado en el ser humano por el descubrimiento de la creación, por el reconocimiento de él mismo inmerso en el mundo y en relación con los otros, con los que comparte destino y en su búsqueda de respuesta a las preguntas por el más allá, por el totalmente Otro. Sin el asombro caeríamos en la repetitividad y poco a poco iríamos derivando hacia la incapacidad de vivir una vida plenamente humana.
La superficialidad, el andar distraído, el embotamiento por el mucho poseer, el orgullo impiden el asombro, que sin embargo es específico de la persona.
El asombro requiere la humildad del sólo sé que no sé nada socrático.
Tendremos que recordar a Rilke cuando afirmaba, caminando por las calles de París, " Aprendo a ver" para ser capaces de asombro.
Enseñar a ver, fomentar el asombro, una buena tarea educativa.
Bienvenida la publicación que nos habla de ello.
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