jueves, 22 de agosto de 2013

EL ARTE DE HACER BUENAS PREGUNTAS

Es bien conocida la posibilidad que nos ofrecen hoy los ordenadores de poner a nuestra disposición miles de datos, lo importante es saber para qué los quiero, qué hacer con ellos. Cuando en el año 2000 Bill Clinton y Tony Blair anunciaban al mundo el éxito del proyecto biológico multinacional - tal vez uno de los más espectaculares de la historia de la historia del hombre - : el primer borrador del genoma humano. El objetivo logrado fue increible ya que se habían secuenciado e identificado tres mil millones de unidades químicas que figuran en el "manual de instrucciones genético" de cada persona. A partir de ahí se podían encontrar las raíces genéticas de diversas enfermedades y encontrar un tratamiento adecuado. Es cierto que hubiera sido imposible hacerlo de no disponer de ordenadores potentes con una gran capacidad de almacenamiento de datos, con más memoria, con la habilidad de buscar, reconocer patrones, hacer comparaciones ...
Pero sólo con el acceso a los datos no se habría llegado al éxito del proyecto. Los datos no eran nuevos, la novedad es qué les preguntaron a estos datos, qué buscaron en ellos. Sólo las preguntas pueden hallar respuestas. Pero hace falta haber aprendido muchas cosas para poder preguntar lo que no se sabe decía Rousseau y recordaba en un tuit M Montserrat Del Pozo. 
Hace poco más de un mes nos decía con acierto Ewan McIntosh que hay preguntas "googeables" y preguntas "no googeables", estas últimas son las preguntas interesantes, son las que hay que enseñar a hacer a los alumnos. Son las buenas preguntas las que llevan a la investigación, las que nacen del gusto por saber siempre un poco más.     

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