La lluvia que la gente del campo valora y espera, porque es eficaz, es la cae acompasada y suavemente, la que se diría que no tiene prisa, porque es la que empapa la tierra sin estropear nada y es la que colabora para que lo sembrado crezca y germine.
Viendo llover, pensaba que educadores y padres deberíamos aprender de esta lluvia. Sólo la enseñanza que día a día, con constancia, acompasadamente cae con suavidad hasta empapar la mente y el corazón de un niño favorece que vayan creciendo y dando fruto tantas semillas de conocimientos, de valores, de actitudes.
Sin prisas ni pausas, sin cansarse, como la lluvia
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